Haití— Por una repisa de piedra caliza de una chimenea del Waldorf Astoria, la Iglesia propietaria de las tiendas de antigüedades Olde Good Things pide 8.500 dólares.
Pero por la muerte de cada niño en el incendio de un hogar que operaba en Haití, los padres de los menores dijeron que la misma Iglesia ofreció pagar sólo de 50 a 100 dólares en compensación familiar, más 150 dólares por costos relacionados con el funeral, como ropa nueva y transporte.
La riqueza de la Iglesia de la Comprensión de la Biblia en Estados Unidos ha contrastado desde hace mucho con el descuido de sus dos hogares para niños en Haití, que durante años han infringido la ley y reprobado dos inspecciones estatales. Pero la brecha se hizo más evidente el 13 de febrero, cuando el incendio dejó 13 niños muertos, así como dos cuidadores adultos que el abogado de la Iglesia dijo estaban discapacitados. Las autoridades sospechan que el fuego comenzó porque el hogar utilizaba velas en lugar de un generador o batería funcional en un país donde las fallas en el suministro eléctrico son frecuentes.
Las muertes devastaron a padres como Eustache Arismé, de 33 años, quien llevó a sus dos hijas al hogar poco después de que nacieron porque tiene el brazo izquierdo atrofiado y no encuentra trabajo. Sus hijas Nedjie, de 4 años, y Vanise, de 3, murieron en el incendio del hogar, al que en Haití se le llama orfanato a pesar de que la mayoría de los niños en esos hogares tienen al menos un padre vivo.
Al igual que las hijas de Arismé, la mayoría de los niños en los hogares para infantes en Haití son entregados de manera voluntaria, a menudo cuando son bebés, por padres que sienten que no pueden mantenerlos. Éstos no pierden la custodia legal, y dicen que el dolor de la separación es compensado al saber que cuando menos sus hijos reciben alimentos básicos y albergue. Por lo general los hogares para niños permiten que los padres los visiten y con frecuencia les ofrecen alimentos y otra ayuda.
“Al principio, me alegró ver a las niñas crecer en el orfanato. Pero ahora lamento profundamente mi decisión”, dijo Arismé. “Cuando llevamos a nuestras niñas al orfanato, los dueños nos dieron la bienvenida. Ahora, tras esta tragedia, enviaron a un abogado para que se ocupe de nosotros”.
El abogado de la Iglesia, Osner Fevry, dijo que está siendo acusada injustamente por críticos en Haití y en el extranjero. Puede ser que la Iglesia mande menos dinero al país caribeño de lo que algunas personas querrían, dijo, pero muchos otros grupos estadounidenses solicitan donativos en nombre de haitianos necesitados y sólo mandan una fracción al país, después de pagar los salarios del personal y gastos administrativos, agregó.
“Esto le sucede a cientos y miles de organizaciones estadounidenses que trabajan en Haití y recaudan millones de dólares en nombre de iglesias y organizaciones no gubernamentales” en el país, dijo.
Fevry dijo que los miembros de la Iglesia que dirigían los hogares se fueron a Estados Unidos unos días después del incendio, no para evitar un juicio, sino porque la policía y los medios locales los acosaban.
“No creo que la Iglesia pueda reconocer su responsabilidad legal, pero sí su responsabilidad moral”, reconoció Fevry. “Moralmente, ¿cómo es posible que hubiera una vela para iluminar a esos niños?”
Los hogares ya se habían metido en problemas antes. En una serie de inspecciones que comenzaron en noviembre de 2012 se halló que no cumplían con los estándares mínimos de salud y seguridad, y presentaban hacinamiento, condiciones insalubres e insuficiente personal capacitado. Las autoridades de Haití les quitaron la acreditación.
Cuando miembros de la Iglesia trajeron a expertos externos, una de ellas dijo que carecían de “la más mínima idea de lo que se necesita para cuidar a tantos bebés”.
“Me sorprende que ninguno haya muerto”, afirmó la mujer.
Los orfanatos reprobaron otra ronda de inspecciones estatales en 2017, pero contrataron a Fevry para evitar que los clausuraran, de acuerdo con las autoridades haitianas de bienestar infantil. Dijeron que cerrar un orfanato puede llevar meses o años, especialmente si la gerencia tiene dinero o influencias.
A través de su portavoz en Estados Unidos, la Iglesia declinó comentar sobre acusaciones específicas de negligencia y maltrato en sus hogares para niños en Haití.
“Estamos devastados por el trágico incendio que cobró la vida de nuestros niños en nuestro orfanato en Haití. Las palabras no podrían expresar nuestro inmenso dolor y congoja”, dijo la Iglesia en una declaración escrita. “Nos tomamos esto muy seriamente y estamos avanzando para ayudar a todos los afectados por este horrible accidente”.
LLORÉ AMARGAMENTE
En la noche del 13 de febrero, 61 niños dormían dentro de la casa de dos pisos de la Iglesia en la localidad de Kenscoff, ubicada en las montañas vecinas a la capital Puerto Príncipe, de acuerdo con el Instituto de Bienestar Social. Un chico de 16 años que vivía allí dijo a las autoridades que él y un cuidador fueron a comprar velas, las cuales encendieron en cada una de las habitaciones llenas de niños, y después se fueron a dormir.
Poco tiempo después, alrededor de las 9 p.m., el orfanato se llenó de olor a humo. Murieron 13 niños de entre 3 y 18 años, al igual que una mujer de 39 años y un hombre de 34.
Entre ellos estaba Ricardo, el hijo de 6 años de Tania Caristan.
Caristan se gana la vida vendiendo artículos en la calle y lava la ropa de los vecinos. Se mudó nuevamente con sus padres, y dijo que tuvo que dejar a Ricardo con su esposo, de quien estaba separada.
Fue sólo dos meses después que supo que su exesposo había colocado al niño en un hogar de la Iglesia de la Comprensión de la Biblia. Horrorizada, fue hasta allí con una copia del certificado de nacimiento para recuperar a su bebé.
Pero un hombre blanco le dijo a través de un intérprete que no podía llevárselo porque ella no era una de las personas que lo habían dejado en el orfanato, dijo.
“Intenté todo para convencer a la persona a cargo del orfanato”, dijo ella en voz baja, mientras miraba a su hija menor jugar fuera de la casucha donde viven. “Lloré amargamente”.
Un guardia de seguridad abrió la puerta y le pidió que se marchara. Una de sus hermanas trató de recuperar al niño después, pero también fracasó.
Pero Caristan nunca perdió la esperanza. Siempre pensó que algún día vería de nuevo a su hijo.
Nunca volvió a verlo.
El día después del incendio, el padre del niño le dijo a la hermana de Caristan que había muerto. Caristan corrió al hospital para ver la cara de su hijo por última vez, pero ya lo habían llevado a la morgue. Dijo que nadie del orfanato ni del estado la ha contactado desde entonces.
“Sin importar mi situación, hubiera sido mejor tener a mi hijo conmigo”, dijo. “Habría comido migas de mi trozo de pan… si hubiera sabido que su padre lo iba a llevar a un orfanato, me habría quedado con mi hijo”.
A través de una portavoz, la Iglesia declinó comentar sobre la historia de Caristan.
Los fiscales haitianos han iniciado una investigación penal sobre los hogares de la Iglesia, que tenían 154 niños al momento del incendio, de acuerdo con el Instituto Nacional de Bienestar Infantil. El Instituto finalmente clausuró los hogares después del siniestro y tomó en custodia a 28 niños para reunirlos con sus padres o familiares. Más de 100 niños han huido.
Algunos niños criados en los orfanatos dicen que en general fueron tratados con amabilidad. Otros describen condiciones de abuso mental y físico, incluidos el aislamiento y los golpes.
Anaika François, de 19 años, dijo a The Associated Press que ingresó a los hogares a los seis años porque sus padres eran demasiado pobres para cuidar de ella y su hermana menor. Dijo que los niños de alrededor de esa edad que mojaban la cama eran castigados físicamente. En los peores casos, los colocaban sobre una mesa donde eran golpeados por el encargado o el director del orfanato.
“Eso con frecuencia dejaba marcas, en cuyo caso el encargado te daba un baño con agua salada caliente”, señaló. “Las marcas desaparecían en dos o tres días”.
Fedania Charles, de 20 años, dijo que cuando vivía con la Iglesia, a los niños los golpeaban en los glúteos por mojar sus camas y después los lavaban con agua salada caliente.
“Podías ver los moretones durante al menos 24 horas”, dijo.
James Dindin, de 36 años, dijo que fue entregado al orfanato cuando tenía unos nueve meses de edad. Indicó que, cuando era adolescente, lo llevaban a un “cuarto de castigos” con una sola ventana junto con una docena de niños durante dos o tres semanas, y un empleado los escoltaba al baño. A veces los niños rebeldes eran expulsados y obligados a dormir en las calles, recordó.
Dijo que el trauma no lo abandona a él y a otros niños con quienes creció en los hogares.
“Cada vez que veo en las calles a uno de los niños con quienes crecí, mendigando dinero… lo recuerdo todo”, dijo. “Casi todos los días”.
La Iglesia declinó comentar específicamente sobre las afirmaciones de los antiguos residentes.
Haití tiene más de 700 “orfanatos” que albergan a más de 25.000 niños, y solo 35 de ellos cumplen con los estándares del Convenio de La Haya Relativo a la la Protección del Niño, según el Instituto Haitiano de Bienestar Infantil y el UNICEF.
Los defensores de los orfanatos haitianos dicen que, a pesar de cualquier defecto, los hogares ayudan a niños que de otra manera estarían en peores condiciones con padres desesperadamente pobres que no podrían alimentarlos ni vestirlos. Pero los defensores del bienestar infantil dicen que los orfanatos dañan a los niños al crear incentivos para separarlos de sus padres. Según un cálculo, los orfanatos haitianos reciben más de 100 millones de dólares al año en donativos, pero otro estudio ha mostrado que una sola subvención de 220 dólares puede ayudar a una familia haitiana pobre a mantener a un niño en condiciones aceptables en su propio hogar.
“Ningún niño debería ser colocado en un orfanato”, dijo Maria Luisa Fornara, la representante de UNICEF en Haití. “Le preguntaría a cualquiera de estas organizaciones que vienen y mantienen orfanatos, ¿querrían que sus hijos estuvieran en esos lugares?… No lo creo”.
FOREVER FAMILY
La Iglesia de la Comprensión de la Biblia fue fundada con el nombre de “Forever Family” (Familia para Siempre) por Stewart Traill, un exvendedor de aspiradoras, a principios de la década de 1970. Cuando tenía unos 35 años comenzó a predicar en las calles de Filadelfia y Nueva York, creando una serie de casas comunales en el noreste de Estados Unidos que atrajeron a jóvenes y a chicos que se habían fugado de sus hogares.
No era una vida cómoda. Los exmiembros dijeron que los hacinaban en habitaciones estrechas, dormían en colchonetas en el piso y se les disuadía de tener citas románticas, asistir a la escuela o hacer cualquier cosa fuera de las actividades de la Iglesia. Los miembros trabajaban para los negocios de la Iglesia, y a cambio recibían un sueldo modesto.
En septiembre de 1982, cuatro miembros de la Iglesia fueron declarados culpables en Filadelfia por azotar al hijo de Traill, de 13 años, con un cinturón y una tabla, y con tal dureza que tuvo que ser hospitalizado.
La Forever Family llegó a tener 10.000 miembros en su apogeo a mediados de la década de 1970, de acuerdo con la Enciclopedia de Cultos, Sectas y Nuevas Religiones. Traill, quien murió en 2018 a los 82 años, le cambió el nombre a Iglesia de la Comprensión de la Biblia en 1976, y se cree que ahora tiene entre 30 y 50 miembros.
A lo largo de los años, la Iglesia dirigió una serie de empresas, incluida una compañía de limpieza de alfombras satirizada en un episodio de la serie de televisión “Seinfeld” que versaba sobre un negocio vinculado a una secta contratado por uno de los personajes principales. Los contratos para demoler edificios viejos se convirtieron un negocio para vender elementos arquitectónicos antiguos.
Eso se volvió Olde Good Things, que tiene un próspero negocio en línea y tiendas minoristas en Nueva York, Los Ángeles y en su sede en Scranton, Pensilvania. Ofrece artículos de decoración antiguos y clásicos para el hogar, tales como candelabros de cristal de hasta 22.000 dólares. Uno de los artículos menos costosos en venta esta semana es un par de bisagras antiguas de bronce por 55 dólares.
Olde Good Things, que dice en su sitio web que dona la mitad de sus ganancias al trabajo misionero de la Iglesia en Haití, anunció planes el año pasado para abrir una nueva tienda insignia en la calle 52 oeste de Manhattan.
Los documentos fiscales públicos muestran que la Iglesia y el negocio tienen una superposición considerable. En su declaración más reciente, la Iglesia reportó ingresos de 6,6 millones de dólares y gastos por 2,2 millones de dólares. Reportó una pérdida neta de 125.537 dólares de Olde Good Things, y la Iglesia le prestó 3,7 millones de dólares al negocio.
La Iglesia presentó activos por 19 millones de dólares, los cuales incluyen una casa de 1.115 metros cuadrados (12.000 pies cuadrados) en Coral Springs, Florida, donde Traill vivía con su esposa, exento de impuestos estatales a la propiedad por motivos religiosos, según registros públicos.
La Iglesia dice en sus registros fiscales que “una gran parte de nuestra operación es para financiar nuestro trabajo misionero”, operando los dos hogares en la capital de Haití y distribuyendo alimentos en zonas rurales. El sitio web de Olde Good Things dice: “Apreciamos a nuestros clientes y queremos que comprendan que las ganancias de su compra van directamente a apoyar este valioso trabajo”.
La Iglesia también recibió subvenciones para alimentos por más de 579.000 dólares de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés), entre 2003 y 2012. USAID rechazó su solicitud de subvención por considerarla “no competitiva” en 2013, el mismo año que el gobierno haitiano dijo que sus hogares para niños no cumplían con los estándares mínimos. No ha sido renovada.
Exmiembros y exempleados dicen que el trabajo en Haití siempre fue un punto fundamental de la Iglesia y del negocio.
Miembros de la Iglesia con frecuencia hablaban en Olde Good Things sobre su trabajo en Haití y llevaban a niños de los hogares a Estados Unidos para que recibieran tratamiento médico, señaló Rashida Lovely, quien trabajó como secretaria contable y supervisora de la compañía, y dijo que la trataban bien. Recordó haber usado un cheque del negocio para comprar artículos de aseo personal y suministros médicos para los hogares de los niños, que después fueron enviados al país caribeño en un avión propiedad de la Iglesia.
Cualquier problema en los hogares, dijo Lovely, probablemente fue resultado de que los ingresos de la Iglesia se redujeron, o porque la mayor parte del trabajo en Haití era efectuado por miembros de la Iglesia de edad avanzada.
“Hicieron lo mejor que podían hasta ahora y no hay suficiente gente joven para respaldarlo”, dijo. “Están demasiado viejos para seguir haciéndolo”.
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