Los médicos resultan ser las personas más expuestas ante el Covid-19, al tiempo que son los más llamados a permanecer al frente de la batalla contra la nueva pandemia del coronavirus en el mundo.
Este trabajo cuenta la historia de dos de los tantos médicos que han resultado afectados por el coronavirus en el cumplimiento de sus labores en República Dominicana.
Narran sus historias y vivencias ante esta pandemia, desde el punto de vista médico, pues es el oficio del que viven, pero también desde el punto de vista humano, pues también son padres, hijos, hermanos, esposas y amigos.
Uno de ellos es Emmanuel Antonio Joaquín Valdez, un joven de apenas 25 años de edad y que se desempeña como médico residente de oftalmología del Centro Cardio-Neuro-Oftalmológico y Trasplante (Cecanot), quien resultó afectado por Covid-19, al igual que otros tantos médicos que pese a los trajes de bioseguridad y los protocolos que siguen, se han terminado convirtiendo en pacientes, pues son los más expuestos al estar en la llamada “primera línea de batalla”.
Emmanuel, oriundo de La Vega, inmediatamente sospechó padecer el virus, se aisló y dio la alerta a sus superiores en el hospital, quienes le indicaron la prueba que finalmente resultó positiva.
Al ser entrevistado por Listín Diario, este lozano de la medicina, narró que una vez confirmada la enfermedad, su mayor preocupación giraba en torno a sus padres, pues ambos son mayores de 60 años de edad, lo que los coloca en el grupo más vulnerable.
Adquirió el virus el pasado 18 de marzo mientras ejercía sus labores profesionales, aun cuando la pandemia no estaba tan propagada, y cuando todavía el personal médico dominicano no contaba con los insumos para la seguridad que amerita el personal médico para hacer frente al virus, pues aún era muy reciente, ya que apenas se registraban los primeros casos atribuidos a una circulación comunitaria.
Aunque su caso fue leve, explica que básicamente padeció fiebre, malestar general, dolor de cabeza, secreciones y la pérdida de olfato y gusto en el paladar.
Emmanuel padece extrasístoles benignas, condición cardiaca que le preocupaba, puesto que los pacientes con Covid-19 que se han visto con complicaciones por el virus son aquellos que poseen alguna enfermedad preexistente.
La extrasístole ventricular consiste en un latido adicional producido por una activación eléctrica anómala que se origina en los ventrículos (cavidades cardíacas inferiores) antes de lo que se produciría un latido cardíaco normal.
Las extrasístoles son contracciones cardíacas prematuras, es decir, latidos que se adelantan. La persona que las padece percibe un cambio de ritmo cardíaco, un latido más fuerte de lo habitual o en ocasiones como “un vuelco al corazón”. A veces se pueden notar palpitaciones o sensación de que falta un latido, sin embargo, el galeno no temió.
Para un médico, padecer coronavirus no solo es presentar síntomas físicos puesto que en el caso de estos profesionales, ellos también se ven afectados a nivel psicológico y social, pues se formaron y están llamados a estar en la primera línea de batalla contra el virus, papel que padeciendo el virus, no pueden cumplir.
Para este joven médico, el juramento hipocrático que hizo al graduarse, y el deseo de ayudar, al igual que sus compañeros, lo hicieron tomar fuerzas para recuperarse, y reintegrarse a sus labores.
Emmanuel se hizo dos pruebas PCR, las cuales resultaron negativas, y pese a esto esperó unos 14 días en reposo para reintegrase de manera normal.
A diez días de empezar a atender pacientes sospechosos de COVID-19, la doctora Paola Santana sintió síntomas sospechosos de la misma enfermedad contra la cual estaba luchando.
Santana, quien se desempeña como neumóloga en un centro médico de San Francisco de Macorís, testimonió a Listín Diario lo que significa para un médico pasar de la primera línea de batalla contra la pandemia a auto aislarse y dar la alerta a sus conocidos y allegados con los que había tenido contacto recientemente.
“Desde que empiezo con los síntomas sospechosos, mi esposo sale a otra habitación, mis niños quedan en otra habitación, comenzamos a adoptar mascarillas, guantes y aislamiento domiciliario”, explica la galena sobre el inicio de virus.
Explica que su por condición de neumóloga, atendía pacientes por los síntomas propios del coronavirus como la fiebre, tos, dolor torácico y dificultades respiratorias, lo que la colocaba en el mayor riesgo.
“Yo solamente presenté dolor de garganta y dolor de cabeza y como el tercer o cuarto día perdí el olfato, desde que perdí el olfato entre en cuarentena, porque como los demás síntomas eran tan bajos, no pensé en eso, sí cuando perdí el olfato supe ya de que tenía muy altas posibilidades de estar positiva”, explica la doctora.
A partir de ahí notificó a su lugar de trabajo mientras aun esperaba los resultados.
“Lo primero es mucha frustración y ansiedad, primero por los niños y por mi familia que son los que están en riesgo… además de mucho cargo de conciencia porque infecté a mi esposo y él si presentó síntomas mayores”, narra Santana sobre lo que sintió a niel psicológico una vez se le confirmó el virus.
No obstante explicó que de alguna manera estuvo consciente de que al igual que muchos médicos estaba en riesgo, y que eso también forma parte de su trabajo.
“Esperar entonces pruebas negativas para poder salir ayudar a la gente, como neumóloga soy una de la primera línea de los médicos que más necesita el país ahora mismo, y soy una de las primeras entonces que se infecta, eso pues trae más frustración, porque no puedo hacer por lo que estudié”, añadió.
El pueblo de San Francisco de Macorís, donde reside y trabaja Santana es una de las zonas con mayor circulación comunitaria de COVID-19.
Al boletín número 43 que ofrece el Ministerio de Salud Pública sobre la situación del coronavirus, la provincia Duarte figura con 632 casos y 76 defunciones acumuladas. Una tasa de incidencia de 211.43 y una positividad de 29.05%.
“Estoy esperando mis dos pruebas negativas para salir a trabajar”, puntualizó la madre de un niño de siete años y un adolescente.
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