La ONU ha vuelto a alertar, como si con eso bastara, de un fuerte deterioro de la situación humanitaria en Haití, donde dice que más de un 40% de la población necesitará ayuda a causa de los niveles de inseguridad alimentaria. Pero más que llamar la atención la ONU debe emprender una campaña para persuadir a las potencias de que socorran a una nación cuya situación ha empeorado no solo por los efectos de la pandemia sanitaria, sino de la inestabilidad política y la inseguridad. El caso de los policías abatidos el viernes en un enfrentamiento con bandas armadas ilustra los niveles de inseguridad en la nación. La indiferencia de la propia ONU ha posibilitado que el presidente Jovenel Moïse gobierne por decreto. Los haitianos han violentado las restricciones sanitarias en las protestas que han protagonizado en demanda de que Moïse renuncie del cargo y se convoque a elecciones. Aunque la Unión Europea aportó 17 millones de euros, el problema es grave. De todas formas la ayuda de emergencia que según la ONU necesitará este año el elevado porcentaje de la población haitiana debe conmover a las potencias y no dejar el problema a la abrumada República Dominicana.
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